Mi muro y opiniones de autoridades

sábado

MÍRATE AL ESPEJO Y VERÁS CÓMO TE INVENTAS: LA SOSPECHA Y EL RACIONALISMO CARTESIANO

Podría comenzar la clase con una bonita fotografía de alguien que se mira en un espejo. Preguntaría entonces por qué motivos podría alguien mirarse al espejo antes de salir de casa. Los alumnos podrán decirme, cada uno a su manera, que para salir con amigos o amigas, para una fiesta, para una despedida de fin de curso o etapa, para cualquier otro evento o celebración socialmente importante o, simplemente, para sentirse bien consigo.

Pero el siguiente paso puede dejarles por un momento atónitos o hacerles balancearse en el columpio de no saber qué decir si les pregunto la razón por la que hay personas que se miran al espejo cuando salen al encuentro de otros para hacer cosas tan diversas como las que ellos han dicho.

Esperaré sus respuestas, sean las que fueren, para colegir una tentativa de síntesis, concluyendo en definitiva que nos importa el aspecto que proyectamos hacia fuera y que queremos dar a los demás la imagen más cuidada y atractiva de nosotros mismos. Voy al espejo para comprobar o acercarme al prototipo ideal que desearía ser o como desearía ser visto por los otros.

Llegados a este punto, yo les sugeriría un experimento mental: Imaginad que al veros reflejados en un espejo fuese Descartes quien estuviese a vuestro lado. Tratad de recordar el primer paso metódico, no menos valiente que precavido que él proponía para emprender la búsqueda de la verdad, ¿ qué os podría preguntar si vosotros le decís que la imagen de lo que veis sois vosotros mismos o que los espejos son cristales con la propiedad de poder reflejar imágenes o que los rayos de luz son causa de esos reflejos en ellos?. Y si los alumnos no saben qué decir ante esto, también podríamos preguntarles qué actitud recomienda Descartes tomar para evitar dar por sentado cosas que la gente comunmente toma como obvias cuando se mira en un espejo o cuando juzga aspectos de cualquier otra cosa . Y si aún así no recordasen lo que responder, podríamos sugerirles la respuesta, por ejemplo, preguntándoles por qué debería dudar una persona que de por sentado que es ella misma a quién está viendo reflejada en un espejo. Sea cual sea la estrategia, se trata de inducirles la respuesta: Alguien como Descartes nos llevaría a dudar de las certezas de lo que vemos. Y probablemente habrá algún alumno que recuerde que algunas razones muy cartesianas podrían ser que estemos soñando o que podamos fingir que un poderoso ser engañador nos indujese a confundir lo verdadero con lo falso.

En este punto podría pedirles que recuerden el objetivo por el que Descartes se propone dudar, cuál es la verdad, qué cosa es aquélla de cuya realidad sealcanza plena certeza en el camnio de haber ido desechando como si fuese falso todo aquello de lo que podamos dudar. La duda se supera con el descubrimiento del "Yo pienso", es decir, del sujeto pensante de cuya existencia  - y no sólo de su mera existencia sino también de su consistencia esencial -  cabe un conocimiento verdadero inmediato e indudable. Obviamente hablemos con un lenguaje llano y con esa cortesía filosófica de quien quiere hacerse fácil de entender por el buen sentido del que todo joven es capaz.

Vuelvo sobre ese momento de mirarse al espejo. Y pregunto de nuevo: ¿ Qué vemos?. Obviamente nuestra imagen. Pero Descartes sería más sofisticado, como enseñó a serlo a los pensadores modernos. Y él quizás preguntaría:  de lo que vemos en ese espejo ,¿ qué está dentro de nosotros?, ¿ qué hay en nosotros de todas las cosas que percibimos?.  Las imágenes del espejo, en nosotros, serían ideas. De las cosas en las que yo pienso sólo puedo con certeza afirmar que son ideas mías, no cosas independientes de mí, salvo que su realidad sea demostrada.

Nuevo ejercicio de reminiscencia será que los alumnos recuerden las características por las que unas concepciones o ideas se presentan como evidentemente verdaderas o reales. Con alumnos participativos cabe esperar distintas opciones de respuesta, unas congruentes con Descartes y otras no tanto. Esperemos y animemos para que algún alumno o alumna nos proponga las ideas innatas y tratemos de conseguir que haya alguien que recuerde el criterio de verdad de las ideas claras y distintas. Que nunca puede ser falso lo que yo conciba clara y distintamente como verdad. Además, dirá Descartes, yo sé que mis pensamientos claros y distintos no pueden ser un sueño porque proceden de ideas que tienen en el mismísimo Dios su propia causa  pues han de estar en Él mismo , y por ello se dice que son ideas innatas

Y entonces ya podremos extraer como conclusión que para el racionalismo la vía del conocimiento de toda verdad la abre la razón y que, siendo ésta lo que define al sujeto que piensa ideas, el único ámbito en el que la verdad se revela o manifiesta como evidentemente verdadera o indudable es en la conciencia del sujeto. Éste no podrá equivocarse nunca si emplea la lógica de la razón. Y, entre otras cosas, esa lógica racionalista lleva a Descartes a decir que es el alma como entendimiento, como "res cogitans", lo esencial subyacente del ser del yo y que todo lo demás, excepto las cualidades del alma humana y Dios, son como mecanismos materiales.

Pero ahora vamos a buscar una atrevida réplica a las impertinencias de un observador cartesiano. Yo me miro al espejo y quiero buscar en él eso que la madrastra de Blancanieves quería confirmar, aunque no necesariamente tengo que desear el refrendo de que mi belleza sobresalga por encima de la de los demás. Sócrates pudo sentirse feliz viéndose como una conciencia ética al escuchar su monólogo - solapado por la mayéutica- con su daimon; Platón creyó ver en ese espejo la bella y noble imagen de un alma con afinidad a las Ideas; Descartes veía una res cogitans como substrato de todo acto cognoscitivo y como fuente de primera y absoluta certeza. En definitiva, algo con persistencia, permanencia, inmortalidad, perfección...Cuando me miro busco en el reflejo , ni más ni menos, que la plena transparencia de mis deseos, de lo ideal y perfecto que yo quiero ser. Busco la idea que mi fantasía me hace desear por causas que yo mismo desconozco por no darme cuenta de ellas y quedar, por tanto, fuera de mi control.  Nietztzche llamará a eso la voluntad de poder y nos descubre con ello el fondo instintual insondable de un campo de pulsiones o energías ciegas que accionan y reaccionan en eso que nuestra conciencia va a representar o interpretar como realidad y que lleva a la idea especular de un yo como substrato que subyace al accionar y reaccionar ante las pulsiones y fuerzas que colisionan entre sí en ese medio que es mi cuerpo y que es un complejo de fuerzas en dialéctica relación con otros campos de fuerzas. En el espejo veo lo que me gustaría ver como distinto del cuerpo que soy, un alma.

 Marx develará el trasfondo socioeconómico que determinará las formas ideológicas de conciencia: somos lo que somos y pensamos y actuamos como lo hacemos por la posición que ocupamos dentro de las estructuras creadas por las relaciones sociales de producción dentro de un determinado modo de producción en el que las relaciones de propiedad jurídicamente protegidas  producirán ideas y superestructuras para legitimar o la explotación o bien la lucha de clases sociales. En el espejo uno se ve en función de las posesiones que tenga que conservar y acumular.

 Freud, a su manera, tratará de poner al desnudo el trasfondo inconsciente y pulsional del que las representaciones conscientes son vasallas y no cumplen otra función que enmascarar o sublimar el deseo para la autorregulación y supervivencia del individuo en su relación con los imperativos de la realidad, es decir, con la cruel naturaleza y con los demás seres humanos. En el espejo uno se ve como un yo capaz de regular los instintos que buscan satisfacción o placer inmediatos y que le influyen inconscientemente desde las vivencias  no verbalizadas pasadas cuya represión le impone la realidad.

 Los tres autores mencionados coincidirían en dar un paso más allá de la duda cartesiana, pues si ésta podría parecer un ejercicio artificioso para afirmar al sujeto como la cima desde donde se convierte en visible, cognoscible, evidenciable toda verdadera realidad, sin embargo, ellos dudan de este mismo sujeto, de su actividad, mostrando cómo sus representaciones encubren y transfiguran la compleja realidad, haciendo pasar por "verdadero" lo que sólo es pura apariencia, mera apariencia o reflejo especular en ese espejo que son el pensamiento, el lenguaje, las ideologías y las instituciones sociales . Por razones como éstas Marx, Nietzsche y Freud fueron incluídos por Ricoeur como "maestros de la sospecha"

Y si la capacidad de fantasear es infinita y es por la fantasía por la que el deseo puede convertirse en creador de valores, entonces habrá al menos un punto en que Platón y los tres maestros de la sospecha convergen, pues ya el mito platónico de la caverna nos enseñó que la confusión de los prisioneros se debía al hecho de que causas que estaban fuera de su campo de conciencia o visión  determinaban sus fantasías que, a su vez, determinaban sus deseos y pensamientos, de modo que vivían confundidos, pues interpretaban como ser lo aparente Platón también vislumbró la fuerza de lo irracional inconsciente. Pero la diferencia es que Platón enfatizaba que los seres humanos tendemos a creer verdad lo que es contrario a  la razón y lo sensible nos hace imaginar, sin darnos cuenta que no se trataba sino de ideas o interpretaciones inadecuadas de la realidad.


miércoles

LA CAVERNA DE NIETZSCHE

" Imaginad una cueva y que descendéis hacia lo más profundo y recóndito de la misma, ¿ qué sentiríais?". Así empecé hoy una clase para aventurarnos a poner en diálogo amistoso a dos personajes tan contrastantes como Nietzsche y Platón.

Los alumnos de bachillerato pronto comenzaron a expresar sus sugerencias: sería un lugar oscuro, impracticable para orientarnos bien, produciría miedo, un lugar donde no veríamos nada con claridad, la visión sería confusa, etc.

Propongámonos, por tanto ´-les dije-, recordar lo que enseñaba Platón a través de su famosa alegoría de la caverna. ¿ Quienes vivían en aquel lugar?. Y varios alumnos respondieron rápidamente que eran unos prisioneros encadenados. Y recordamos que vivir allí, en la oscuridad, era lo mismo que vivir entre sombras, entre penumbras, y que Platón nos decía que así se encuentra el hombre en el mundo cuando no emprende la vía de conocimiento expedita por una educación que estimule a pensar y dialogar. Otro alumno puntualizaba que ese progreso consistiría en un aprendizaje que llevaría a distinguir y descubrir la verdad de las cosas más allá de esas apariencias equívocas e imperfectas que en la caverna se corresponderían con las sombras vistas por los prisioneros. Yo tomé sus palabras como oportuna ocasión para preguntarles a ellos sobre la situación en que se encontraría mentalmente una persona que se pareciese a esos prisioneros que de las cosas sólo conociesen sus apariencias. Y la respuesta estaba cantada: " ignorancia". Y consideré importante hacerles ver algo en lo que a veces no reparamos al leer el mito de la caverna y que Platón parece enfatizar como un aspecto grave de esa ignorancia. Lo más grave - les comenté- de esa ignorancia es que de sí mismos, los prisioneros sólo ven lo aparente pero no captan lo esencial, lo que verdaderamente cada uno de ellos es igual que todos los demás.

Después de un breve silencio que probablemente se debiese al interés y a que el diálogo les sugería ideas,  traté que ellos me dijesen qué verían de sí mismos esos míseros prisioneros y de qué no se habían llegado a dar cuenta y  de lo que procedía todo lo noble, perfecto y superior que hay en cada ser humano. Me alegró mucho comprobar que aún recordaban que, según Platón, en su ignorancia, lo único que verían de sí mismos sería lo sensible, pero no inteligible, es decir, sus propios cuerpos y todo lo que con el cuerpo se relaciona: las percepciones que tuviesen, lo sentido, las emociones y pasiones, los apetitos e impulsos instintivos... Pero permanecerían ciegos para reconocer lo más esencial, lo más verdadero, lo más inteligible: ese alma, esa razón, enclaustrada dentro de la oprimente camisa de fuerza de la materia corporal. Y me permití entonces una digresión para explicarles que por culpa de esa ignorancia tampoco los prisioneros podían vivir en la perfecta paz con la que Platón hubiese soñado en su utopía de una sociedad perfecta, pues vivirían esclavos de las malas y más bajas pasiones de las que lo material tiene la culpa siempre según Platón.

Y claro, si a continuación yo pasaba a preguntarles lo que Plantón consideraba más necesario para esos infelices prisioneros,  inevitablemente me preguntaba yo mismo si ellos recordarían alguna idea congruente como respuesta. Y, sí, pero necesitaban que yo pronunciase la palabra mágica: :" liberación". Entonces el paso siguiente era pensar en la visión que Platón tenía de esa liberación del alma y que era función propia de una buena educación. Y, ayudándonos entre todos en ese paseo que es el diálogo, pudimos recordar que se trataba de que el alma se liberase de todo lo percibido a través del cuerpo para alcanzar ese conocimiento superior que sólo puede darnos el uso de la razón que lleva al saber, al verdadero conocimiento que Platón llamaba "episteme" y, dentro del cual, el pensamiento filosófico cumplía una función excepcional. ¿ En qué consistía, pues, la función propia del filosofar?.

Costaba que los alumnos pudiesen en este momento encontrar la respuesta exacta. Unos tanteaban posibles respuestas, otros cavilaban taciturnos. Pero yo, mirando el reloj, algo impaciente quizás, anticipo la respuesta. Esa función es la crítica. El alma del hombre está llamada a liberarse de todo lo que la sujeta con cadenas que la retienen en el mundo sensible: liberarse de las apariencias para alcanzar el conocimiento sobre llo verdaderamente real e inteligible, las Ideas. El alma debe liberarse imponiéndo el gobierno regulador de la razón sobre la tiranía anárquica de los instintos vitales y sensibles. El alma debe liberarse haciéndose buena a fuerza de hacerse profunda en el saber y, así, filosofando, prepararse para la muerte a fin de salvarse en el mundo de las ideas.

¿ Para qué vive el hombre según Platón?. Es una pregunta oportuna para lanzarsela a los alumnos en el momento de recoger la siembra hecha.  Si hay alguno que vea que el hombre que vive en la caverna tiene que luchar por salir de ella, hemos ganado mucho, pues facilitará que los demás entiendan que la finalidad de la crítica filosófica racionalista de Platón es la definitiva y completa separación del alma respecto del cuerpo. Y podrán comprender también que, en lo esencial, la idea que Platón da del sentido de la vida es la de un hombre que sólo puede realizarse teniendo que soportar esta vida para pensar y conocer. Se vive para pensar y se piensa para vivir una vida más elevada, pero escapando del mundo de la vida.

Pues, bien, ya hemos visto bastante de Platón. Pero ahora tenemos que pasar a Nietzsche. Y éste se nos presenta como un gran crítico del platonismo, al que hace cargar todas las culpas de los males en la historia de la cultura occidental o europea. Y, una vez dicho que Platón ve al hombre como un ser emientemente teórico, contemplativo, pensador, conceptualizador, descubridor de esencias inteligibles, me atreví a preguntar a mis alumnos la visión nietzscheana del ser humano. ¿ El hombre vive para hacer teorías o filosofías, según Nietzsche?

Tuve un momento de reproche interno: me critiqué haber lanzado la pregunta porque veía que los alumnos no sabían por dónde cogerla ni qué respuesta poder dar. Yo tenía por tanto que ayudarles y pensé una frase concisa pero sugerente: " No, para Nietzsche, el hombre vive para vivir con más intensidad. ¿ Eso qué es?"

Si los alumnos han leído algo de Nietzsche puede sugerirles ideas: lo que para Platón es lo esencial y más noble y perfecto del ser humano no es más que una pura apariencia o idea de ficción creada por él mismo: el alma y todos los conceptos más abstractos a los que se les ha otorgado valor e inteligibilidad supremas, la creencia en una naturaleza o esencia de lo humano fija, inmutable, universal e inmarcesible históricamente, trascendente al devenir del mundo de la vida que es cada cultura concreta y condicionante, muy condicionante.

¿Y cómo ha condicionado la cultura occidental ese producto suyo que es el tipo de hombre que vive, se relaciona y trata de prosperar dentro de las sociedades europeas?. A los chicos hay que formularles la pregunta de una forma más clara, como por ejemplo, ¿ qué es lo que más influye de la cultura occidental en nosotros según lo que habéis visto de Nietzsche?. Y una vez  vista  la contraposición entre la moral de esclavos y la moral de señores, algunos alumnos podrán sugerir que uno de esos instrumentos domesticadores, in-formadores, de la cultura occidental ha podido ser aquella moral de esclavos y sus coberturas ideológicas o filosóficas inventadas como coartadas para establecer valores uniformadores como valores universales y absolutos, separados de aquellos seres humanos de cuya decadencia y bajos instintos vitales proceden.

Y , una vez dicho esto, quise provocar a los alumnos con dos preguntas clave para comprender a Nietzsche. Primero, ¿ qué hacen con los seres humanos los valores establecidos por la cultura de tradición platónico-cristiana? y, segundo, ¿ con qué interés hacen lo que hacen esos valores?. Teníamos que ver que el producto humano de la cultura occidental sería un tipo de individuo cada vez más pequeño, más inhibido  instintualmente, más sujeto por convencionalismos, más preso de prejuicios platónicos, hecho para adaptarse a la realidad social pactando y sometiéndose a los valores uniformizadores que le restarán creatividad, cortocircuitarán toda alternativa opcional de vida, le impondrán el olvido del ser como continuo devenir creador de la voluntad de poder, y le terminarán convirtiendo en un ser cada vez más impersonal,  más sujeto a la anomía sociológica, cada vez más amoldado a la masa de los cualquiera o - como era del gusto heideggeriano- del estado de yecto del uno. En segundo lugar, los alumnos tenían que comprender que el interés al que responden los valores establecidos con los que la sociedad occidental lleva a los individuos a pactar para acomodarse y prosperar en ella es obra de uno de los más bajos instintos deplorados por Nietzsche en todos aquellos individuos que él consideraba débiles. El resentimiento que lleva a los más débiles al malestar con todo lo que es el mundo real y a necesitar la simulación, la mentira de creer como verdad lo que es producto de la inventiva interpretadora de lo vivido, la necesidad de recurrir a mecanismos de defensa negadores y racionalizadores de la realidad y, por supuesto, la sujeción a ideales que terminan imponiéndoles la manía y el desprecio contra todo lo que tenga relación con el propio cuerpo y sus sensaciones. Los débiles, tan distintos de los bien acondicionados para la lucha por la vida,los nobles - en sentido extramoral-, porque viven apasionadamente y proyectan la existencia como una aventura que disfrutan por la sensación de poder que les da sentirse vivos y activos, forjadores de lo que llegan a ser mediante los valores propios que ellos se dan y con los que viven sin disimulos, en pura sinseridad vital. Los débiles, sin embargo, son para Nietzsche todos aquellos que viven sintiendo la vida como una carga dolorosa, un continuo sufrimiento del que hay que liberarse y, para ello, necesitan que se les proporcione consuelos ultramundanos, utópicos, con los que poder liberarse del mundo cósmico real del devenir en el que nunca terminan de encajar aunque intenten adaptarse a lo establecido ritual o ideológicamente por ese artificio de mundo que es la cultura de un determinado tiempo histórico.

Y ya finalmente la prengunta definitiva: ¿ cuál es la caverna de la que el hombre debería liberarse y salir según Nietzsche? Y un diálogo que debe ser vertiginoso y provocativo debería llevar a los alumnos a la conclusión que esa caverna nietzscheana era la moral de esclavos. Y que Nietzsche podría estar de acuerdo en que la filosofía debe cumplir su función crítica pero con un interés muy diferente al platónico: combatir y aniquilar los valores establecidos dentro de la cultura occidental para liberar las energías creadoras del ser humano que lleven a los individuos a darse a sí mismos nuevas tablas de valores que se pongan al servicio de posibilidades proyectables de vida superior, de acuerdo con los instintos vitales más fuertes y elevados de la voluntad de poder. En definitiva, sacarle partido a la diversidad que introduce el devenir de la vida biológica para que sea la paleta con la que la vida se plasme como un collage de infinitos colores y estilos.

Si para Platón la filosofía debía de servir para preparar al hombre para la muerte, para Nietzsche, quizás en esto haciéndose eco de Spinoza, no debe ser otra cosa que una forma de vivir potenciadora de la acción y para vivir más apasionadamente.

martes

Descartes y los cardenales de Roma. Tercera parte. El caballo de troya de Descartes

Dejé una pregunta sin formular en el momento de hallar tanto interés en Descartes por hacerse amigo de algún cardenal del colegio cardenalicio romano que estuvo presente en el tribunal que juzgó a Galileo - y que no era otro sino el sobrino del Papa Urbano VIII, Francesco Barberin ( 1)i-, y en el gran empeño que puso en ganarse protectores entre los cardenales romanos, como confiesa a Mersenne en su correspondencia privada. Esa pregunta sólo puede tener su apropiada respuesta poniéndonos en el lugar de un hombre lúcido del S. XVII que, partícipe de su época, estuviese bien informado de la continuación de Urbano VIII en la tradición de nombramiento de cardenales nepotes, entre ellos, a Francesco , Antonio Marcello  y  Antonio Barberini.  https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Cardenales_nepotes#Siglo_XVII

Era famoso Urbano VIII por su nepotismo, y esta información era bien conocida en el tiempo de Descartes. Véase lo siguiente:

" El error más grande de Urbano fue su excesivo nepotismo. Tres días después de su coronación nombró cardenal a su sobrino Francesco Barberini; en 1627 le nombró bibliotecario del Vaticano; y en 1632 vicecanciller. Francesco no abusó de su poder. Construyó el gran Palacio Barberini y fundó la famosa Biblioteca Barberini que fue adquirida en 1902 por el Papa León XIII y pasó a formar parte de la Biblioteca del Vaticano. El sobrino de Urbano, Antonio Barberini, el Joven, fue nombrado cardenal en 1627, después fue nombrado camerlengo en 1638, y después comandante en jefe de las tropas papales. Fue legado en Aviñón y Urbino en 1633; en Bolonia, Ferrara y Romaña en 1641. El hermano de Urbano, Antonio, quien era capuchino, recibió la Diócesis de Senigaglia en 1625, fue nombrado cardenal en 1628 y después designado gran penitenciario y bibliotecario del Vaticano. Un tercer sobrino de Urbano, Tadeo Barberini, fue nombrado Príncipe de Palestrina y Prefecto de Roma. Son casi increíbles las inmensas riquezas acumuladas por la familia Barberini a través del nepotismo de Urbano. Finalmente, atormentado por los escrúpulos debido a su nepotismo, Urbano designó dos veces un comité especial de teólogos para que investigaran si era legal que sus sobrinos retuvieran sus posesiones, pero en ambas ocasiones el comité decidió a favor de sus sobrinos. Entre los miembros del segundo comité estaban el Cardenal Lugo y el Padre Lupis.
Como reglqa, Urbano seguía su propio juicio al gobernar el territorio papal; aun sus sobrinos tuvieron poca influencia durante los primeros diez años de su pontificado. Honró a los cardenales ordenándoles dar precedencia sólo a las cabezas coronadas, y en un decreto del 10 de junio de 1630, les confirió el título de “Eminencia”, siendo que su título anterior era “Ilustre y Muy Reverendo”".
http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_Urbano_VIII

Por otra parte, como es sabido, desde 1523 hasta 1978 no hubo otro Papa que no fuese elegido de entre los cardenales italianos por el Colegio de los cardenales romanos. Esto era ya algo bien asentado como una tradición en el S. XVII. Y no menos en el papado de Urbano VIII. http://www.religionenlibertad.com/de-los-papas-no-italianos-22750.htm

La pregunta, pues, podría ser: ¿ Qué podía esperar un filósofo como Descartes que tanto empeño demostró en su correspondencia privada por ganarse la simpatía, la protección y favor hacia su obra, no de la alta aristocracia laica, sino del mecenazgo por parte de los mismísimos cardenales de la curia romana, entre ellos Francesco Barberini? .

Pero la clave de respuesta para esta pregunta no sólo requiere revisar toda la correspondencia privada de Descartes sino también tener presente la obvia cuestión histórica siguiente: ¿ Qué papel jugaban los cardenales romanos en relación con la cabeza del poder dentro de la Iglesia Católica Romana en el S.XVII y sobre quiénes podrían hacerse apuestas como papables en ese mismo siglo?. 

Creo que estas cuestiones no son baladíes y que si se analizase la correspondencia privada de Descartes se develarian ciertos datos congruentes e irrefutables que apuntan a las intenciones humanas, demasiado humanas, propias de un escritor del barroco que quería ganarse el favor de Roma para cambiar la mentalidad de la Iglesia en favor de las nuevas ideas científicas. Precisamente con el arte y la sofisticación intelectual de la que, según confesó Descartes, careció Galileo.

Y estoy bastante seguro que no puedrá excluirse que alguna vez en su vida Descartes alentó la esperanza de poder alcanzar el beneplácito y aceptación de Roma para su sistema filosófico, no tanto por éste mismo, sino por lo que alguna vez confesó a Mersenne, a saber: la expectativa de que la jerarquía eclesiástica cambiase de posición en relación con el movimiento de la tierra y, por ende, con las nueva visión científica del mundo, una vez que todo ello se siguiera deductivamente a partir de fundamentos absolutamente incontrovertibles o evidentes. 

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( 1)   Of the ten cardinal inquisitors seven were present, the average number at meetings. The most conspicuous absence was that of Francesco Barberini, the Pope's nephew, who had always advocated clemency. The second absentee was Cardinal Gaspare Borgia...The third was Cardinal Laudivio Zacchia. No documents explaining these absences have survived, and the three cardinals may simply have been ill or bound by other duties on that day. http://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/the-galileo-affair

ADDENDA: De esta cita se desprende que la ausencia del cardenal Barberini  en el segundo proceso contra Galileo pudo ser interpretada como un gesto de reserva o de clemencia hacia Galileo, lo que, de ser sabido por Descartes, pudo alentarle a buscar su amistad mientras mantuviese viva la ilusión de que llegase el día en que la Iglesia romana aceptase el copernicanismo para  sacar él  a la luz  el Tratado del mundo .

...En definitiva, el móvil al que apunta la correspondencia privada de Descartes puede dar materia para una obra de ficción , pero la realidad es que este racionalista, en su vida privada confesó a Mersenne parte de sus deseos secretos y, entre ellos, la esperanza de persuadir o modificar la actitud de la jerarquía católica hacia el copernicanismo.  Probablemente este pensamiento íntimo pudo inspirar también la intención con la que escribió los Principios de la filosofía, obra que Descartes esperaba que algún día llegase a ser el manual de estudio filosófico y científico en todas las universidades

lunes

Descartes y los cardenales de Roma. Segunda Parte. El caballo de Troya.

( Dedié à la Dott.ssa Natacha Fabbri. Merci pour l'encouragement de la reconnaissance que mon travail sur Mersenne a obtenu d'une spécialiste comme vous)

Doy a conocer dos documentos cartesianos que me parecen estrechamente vinculados. El primero, parece estar dirigido a un sacerdote jesuíta ( por cierto, en ese tiempo, Descartes expresó en otras cartas que estaba muy persuadido de que cada vez más la Compañía estaba a su favor). El segundo, es un fragmento de una carta a Mersenne. No he querido publicar aquí un comentario a estos documentos, con todos los aspectos que podemos deducir del contenido de estos pensamientos de Descartes. Algunos son patentes. Resalta el hecho de que Descartes, desde 1638, al menos, trató de ganarse el favor y la protección de gente poderosa dentro de la corte romana. Lo hacía con el propósito no sólo de evitar la censura para sus escritos filosóficos, sino también obtener apoyos a sus ideas. Asímismo, esperaba que todo ello pudiese favorecer un cambio de actitud dentro de la Iglesia en relación con el mismo asunto que motivó la condena y adjuración de Galileo. Para todo ello, tan importante como la fuerza y la validez de las razones, era lograr adhesiones y mecenazgos dentro de la corte romana en aquellos tiempos del Barroco.

Por otra parte da qué pensar el hecho de que en numerosas ocasiones Descartes reitere que su sistema filosófico está tan estrechamente ligado a la hipótesis que dio pie a la condena de Galileo: la defensa del movimiento de la tierra y, con ello, las nuevas ideas científicas basadas en la aplicación de la matemática a la investigación de los fenómenos naturales. En ello, no sólo Descartes, encontraba el férreo muro de la intolerancia por parte de la Escuela, que no veía en las matemáticas aplicadas otro valor que el de "salvar las apariencias". " Existía la idea de que la ciencia matemática  no podía demostrar cómo era realmente la naturaleza: su alcance sería mucho más limitado, sólo podría proporcionar explicaciones hipotéticas de los fenómenos" ( El caso Galileo. Mito y realidad. M. Artigas y W.R.Shea. Encuentro, 2009. p 216). Este podía ser muy bien uno de los falsos presupuestos de la filosofía "vulgar" que mantenía a la teología sujeta a la cosmovisión geocentrista de la física aristotélica. Descartes no podía estar de acuerdo con la clásica distinción entre las disciplinas auxiliares matemáticas, consideradas como meros instrumentos de cálculo para "salvar las apariencias" , y las ciencias demostrativas, identificadas con la filosofía primera y segunda de Aristóteles, como únicas capaces de llegar a conclusiones ciertas sobre la constitución del mundo real. Porque el principio del que partía el pensamiento cartesiano era la unidad del saber y, por ende, la unificación dentro de una única teoría física de las leyes que explicaban todos los fenómenos naturales, tanto los terrestres como los celestes. Descartes se proponía ganar adhesiones para su metafísica dentro de Roma, al menos, no tener a Roma como enemigo. Pero creo que hay sobradas razones para poder pensar que, con ello, Descartes se planteaba introducir en Roma un verdadero "caballo de Troya" para modificar la férrea posición eclesiástica y teológica contra las nuevas tendencias del pensamiento científico ( ver mi "Caballo de Troya de Descartes")

Lettre À *** ( entre 1641 et 1644)

Je suivrai le plus exactement qu' il me sera possible vos ordres et vos avis, principalement dans les choses qui regardent la théologie et la religion, où je ne pense pas qu' il y ait rien avec quoi ma philosophie ne s' accorde beaucoup mieux que la vulgaire. Et pour ce qui est de ces controverses qui s' agitent aujourd' hui dans la théologie, à cause des faux principes de philosophie sur lesquels elles sont fondées, je ne m' ingérerai point de les vouloir éclaircir, de peur de passer les bornes de ma profession. Mais s' il arrive jamais que mes opinions soient reçues, j' ose croire que toutes ces controverses cesseront, et qu' elles tomberont d' elles-mêmes. Il ne me reste plus à présent qu' un seul scrupule, qui est touchant le mouvement de la Terre. Et pour cela, j' ai mis ordre à ce qu' on consultât pour moi un cardinal qui me fait l' honneur de m' avouer pour un de ses amis, il y a plusieurs années, et qui est l' un de cette Congrégation qui a condamné Galilée(1). J' apprendrai volontiers de lui comment je dois me comporter en cela; et pourvu que j' aie de mon côte Rome et la Sorbonne, ou du moins que je ne les aie pas contre moi j' espère de pouvoir tout seul soutenir sans beaucoup de peine, tous les efforts de mes envieux. Quant aux philosophes, je ne leur déclare la guerre, que pour les obliger à une paix. Car m' apercevant déjà que secrètement ils me veulent du mal et me dressent des embûches, j' aime bien mieux leur faire une guerre ouverte, afin qu' ils soient, ou victorieux, ou vaincus... Je ne pense pas aussi que ma philosophie me doive faire de nouveaux ennemis; bien au contraire, j' espère qu' elle me procurera de nouveaux amis, et de nouveaux défenseurs. Que si néanmoins le contraire arrivait , mon esprit n' en sera point abattu pour cela, et je ne laisserai pas durant la guerre, de jouir en mon intérieur d' une paix et d' une tranquillité aussi profonde que j' ai fait jusques à présent au milieu de mon repos.
( René Descartes: Correspondence 2. Éditée et annotée par Jean-Robert Armogathe. Gallimard, 2013. p. 836)

TRADUCCIÓN:

Observaré lo más exactamente que me sea posible sus órdenes y opiniones, principalmente en las cosas que conciernen a la teología y la religión, en lo que no pienso que haya nada con lo que mi filosofía no concuerde mejor que la filosofía vulgar ( escolástica). Y por lo que respecta a esas controversias que se producen hoy dentro de la teología, a causa de los falsos principios de la filosofía sobre los cuales se fundan, no intervendría para quererlas aclarar, por temer pasar los límites de mi profesión. Pero si ocurriese que mis opiniones fuesen aceptadas, yo me atrevo a creer que todas esas controversias cesarán, y que ellas caerán por sí mismas. Sólo me queda hasta hoy un sólo escrúpulo, que es sobre el movimiento de la Tierra. Y por eso, hace varios años, pedí que se consultase por mí a un cardenal que hiciera el honor de admitirme como uno de sus amigos y que pertenece a la Congregación que condenó a Galileo (1). Yo aprenderé de él de buen grado cómo me debo comportar en esto; y siempre y cuando tenga de mi parte a Roma y la Sorbona, o por lo menos que no las tenga contra mí, espero ser capaz de soportar solo todos los esfuerzos de mis enemigos. En cuanto a los filósofos, no les declaro la guerra más que para obligarles a la paz. Pues dándome cuenta que veladamente ellos me desean el mal y me tienden trampas, prefiero declararles una guerra abierta, a fin de que sean vencedores o vencidos...No pienso tampoco que mi filosofía deba crearme nuevos enemigos; al contrario, mi espíritu no será abatido por esto, y no dejaré durante la batalla de disfrutar en mi corazón de una paz y una tranquilidad tan profunda como la que he experimentado hasta ahora en medio de mi reposo.


Lettre à Mersenne ( Leyde, décembre 1640)

Je ne suis pas marri que les ministres ( ¿ los pastores protestantes?) fulminent contre le mouvement de la Terre; cela conviera peut -être nos prédicateurs à l' approuver. Et à propos de ceci, si vous écrivez à ce Médecin du Cardinal de Bagni, je serais bien aise que vous l' avertissiez que rien ne m' empêché jusqu' ici de publier ma philosophie, que la défense du mouvement de la Terre, lequel je n' en saurais séparer, à cause que toute ma physique en dépend; mais que je serai peut-être bientôt contraint de la publier, à cause des calomnies de plusieurs, qui, faute d' entendre mes principes, veulent persuader au monde que j' ai des sentiments fort éloignés de la vérité; et que vous le priez de sonder son Cardinal sur ce sujet, à cause/ qu' étant extrêmement son serviteur, je serais très marri de lui déplaire, et qu' étant très zélé à la religion catholique, j' en révère généralement tous les chefs. Je n' ajoute point que je ne me veux pas mettre au hasard de leur censure; car, croyant très fermement à l' infaillibilité de l' Église, et ne doutant point aussi de mes raisons, je ne puis craindre qu' une vérité soit contraire à l' autre.
( op. Cit., vol.1, p.433)

TRADUCCIÓN:

No me aflige que los pastores monten en cólera contra el movimiento de la Tierra; esto incitará quizás a nuestros predicadores para aprobarlo. Y en relación con esto, si V escribe al médico del cardenal Bagno, me alegrará que V le advierta que nada me ha frenado hasta aquí a publicar mi filosofía salvo la defensa del movimiento de la Tierra, lo cual yo no sabría separar, a causa de que depende de ( los principios de) mi física, ; pero que bien pronto quizás esté obligado a publicarla, a causa de las calumnias de varios, que, por no prestar atención a mis principios, quieren persuadir al mundo de que mis sentimientos están muy alejados de la verdad; y que V le pida que sondee a su Cardenal sobre este tema, a causa de que, siendo extremadamente servidor suyo, me afligiría mucho disgustarle, y que siendo muy ferviente como católico, reverencio generalmente a la jerarquía de la Iglesia. Añado que no deseo caer en la desgracia de su censura; pues, creyendo muy firmemente en la infalibilidad de la Iglesia, y no dudando tampoco de mis razones, no puedo temer que una verdad sea contraria a la otra.


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(1) Nota tomada de Armogathe, p. 1145: Note de CI-Ins: " Barberin, car Bagné n' en était pas"( le cardinal Francesco Barberini et non le cardinal Guidi di Bagno). Descartes avait confié à Mersenne le soin de faire parvenir des exemplaires du Discours-Essais à ces deux cardinaux ( vour à Mersenne, 6 décembre 1638, AT II 464 1.16- 465 1.5, B196)


Nota personal: La opinión de Amorgathe es bastante segura, pero no incontrovertible. Por un lado, di Bagno se movía por Roma en aquellas fechas, con gran influencia dentro de la Curia. Por otro lado, el Cardenal Guidi di Bagno vivió hasta medidados de 1641; por otra parte, en 1631 formó parte del Santo Oficio: " Divenne membro del S. Uffizio e fu presente al concistoro dell'8 marzo 1632, quando il cardinale Gaspare Borgia con un energico intervento sollecitò Urbano VIII a sostenere l'imperatore nella guerra contro la Svezia " 
http://www.treccani.it/enciclopedia/guidi-di-bagno-giovanni-francesco_(Dizionario-Biografico)/
Por tanto, cabe la posibilidad de que Descartes, si esta carta dirigida muy probablemente a un jesuita fue escrita antes de julio de 1641, estuviese haciendo referencia también al Cardenal Guidi di Bagno. Aunque supiese que el cardenal  Guidi di Bagno entró como miembro del Santo Oficio, no tenía necesariamente que saber si tuvo alguna participación en el juicio concreto contra Galileo. Puesto que a mí no me consta que Descartes pudiese llegar a ser amigo de Francesco Barberini, si puedo aducir un motivo para pensar que deseó la amistad de Guidi di Bagno, puesto que, al parecer, sí lo llegó a ser de su hermano Nicolò: " Befriended by René Descartes, who highly esteemed his brother Gianfrancesco"


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De todo ello se sigue que, desde 1638 en adelante, Descartes, contando con la ayuda de Mersenne y de intermediarios, trató de ganarse el favor de dos cardenales ( el sobrino del Papa y di Bagno). Se trataba de mover los hilos dentro de la corte pontificia, ganarse la protección de personajes influyentes dentro de la Iglesia y, mediante este patronazgo, ganar la aprobación y legitimación para sus ideas filosóficas y científicas. Como hombre de su tiempo, sabía que debía buscar el apoyo de los poderosos para defender su proyecto. Y sus miras estaban puestas en Roma. Incluso, tenía la expectativa de que llegase un día en que la Iglesia modificase su posición sobre el tema que fue objeto de la condena a Galileo. No me cabe duda que él esperaba que ello fuese un éxito de su sistema filosófico. 

domingo

Descartes y los cardenales de Roma: ¿ Qué buscaba Descartes de los cardenales italianos?. Primera parte


( Dedico este capítulo al Prof. Hermes Benítez, filósofo chileno que ha sido docente en la Universidad de Edmonton, en Canadá, por la excelencia de su conocimiento en la figura de Galileo y su tiempo, por su generosidad y el estímulo que he recibido al valorar mi libro. También, porque me ha abierto perspectivas críticas nuevas por las que siempre le estaré agradecido. Gracias, Profesor. Mi investigación, cualquiera que fuere el valor que tenga en el futuro, le deberá mucho a su sabiduría)

He prometido rescatar una parte de la biografía de Descartes sobre la que muy poco se ha hablado: sus intereses en Roma.

No me refiero a la iniciativa que tomó de enviar su Discours de la Methode a los Cardenales Guido di Bagno y Francesco Barberni. Esto pudo ser el punto de partida, pero la historia no debió concluir con ello.

El 31 de marzo de 1638 escribió a Mersenne lo siguiente:

" Je vous remercie du soin que vous avez eu pour les livres de Rome; le retardement ne sera peut-être qu' avantageux, à cause que ceux auxquels ils s' adressent en auront pu cependant ouïr parler" 
 ( René Descartes. Correspondence, 1. Editée et annotée par Jean-Robert Armogathe. Gallimard, 2013, p. 167)

Es decir:

"Os agradezco el cuidado que V. ha tenido por los libros de Roma; la demora no será quizás sino beneficiosa, a causa de que aquéllos a los cuales se destinan habrán podido mientras tanto oir hablar"

Parece que Descartes quería regalar su libro a unos Cardenales, aunque no tenía prisa para que su libro llegase a sus manos, pues pensaría que estarían más motivados para leerlo al recibirlo si antes habían " podido oir hablar" sobre el libro y su autor. Como vemos, Descartes era un estratega...

 Pero quiénes eran estos cardenales y , en segundo lugar, con qué objetivo tenía tanto interés Descartes de que leyesen su Discours.

En relación con la primera cuestión, la respuesta podemos encontrarla en una de las anotaciones del P. Jean-Robert Amorgathe:

" Descartes avait confie à Mersenne le soin de faire parvenir des exemplaires du Discours-Essais aux cardinaux Gianfrancesco Guidi di Bagno et Francesco Barberini ( à Mersenne, 6 décembbre 1638, AT II 464 I. 16-465 I. 5, B196) Le même Mersenne avait servi d' intermédiarie pour en faire parvenir un exemplaire à Galilée ( Opere, Ed. Naz., t. 17, p. 299; CM VII 44)

Es decir, " Descartes había confiado a Mersenne el cuidado de hacer llegar unos ejemplares del Discurso y los Ensayos a los Cardenales Gianfrancesco Guidi di Bagno y Francesco Barberini... El mismo Mersenne había servido de intermediario para hacerle llegar un ejemplar a Galileo" ( op. cit., p.866)

Y, en efecto, en diciembre de 1638 escribió Descartes a Mersenne, diciendo:

" Je vous remercie du soin que vous avez des livres que j' avais destinés pour l' Italia. J' avais écrit une lettre à Monsieur le Cardinal Bagné..., j' avais eu dessein de lui envoyer deux exemplaires à lui seul, et autre à Monsieur le Cardinal Barberin, que je pensais lui adresser par Monsieur de Pe(iresc). Mais si Monsieur le Nonce en veut prendre la peine, cela serait encore beaucoup mieux. Ce qui m' obligeait d' envoyer à Monsieur le Cardinal Barberin est que l' observation que j' explique à la fin des Météores est venue de lui. Et parce que Monsieur Gassendi l' a ci-devant fait imprimer, cela me fait souvenir de vous demander de ses nouvelles, et quel jugement il fait de ce que j' ai écrit là-dessus, car vous ne m' en avez jamais rien mandeé"  ( op. cit. p.305)

" Le agradezco el cuidado que ha tenido en los libros que yo había destinado a Italia. Yo había escrito una carta al Señor Cardenal Bagno...yo había tenido el deseo de enviarle dos ejemplares a él solo, y otro al Señor Cardenal Barberini, que yo pensaba dirigirlo por el Señor Peiresc ( fallecido en 1637). Pero si el Señor Nuncio ( Georgio  Bologneti, nuncio de Francia en 1638  ) se toma la molestia de ello, esto será aún mucho mejor. Lo que me obligaba a enviarlo al Cardenal Barberini es que la observación que yo explico al final de los "Meteoros" proviene de él (  la descripción de los parhelios observados en Roma, enviada por Barberini a Peiresc, y que recibió Descartes a través de la intermediación sucesiva de Gassendi y de Reneri  ). Y porque Gassendi hasta el momento la hizo imprimir, esto me hace recordar pedir a V. noticias de él, y qué juicio hace él de lo que yo escribí entonces, pues V. no me comentó nunca nada"

Pasemos a la segunda cuestión, sobre los motivos. No hay por qué dudar de los motivos expresados por Descartes en su correspondencia con el P. Mersenne. Ahora bien, eso no excluye que pudiese haber concebido un proyecto de más largo alcance todavía, como veremos, con pruebas documentales, en una próxima entrada.

A.C. Grayling, en su libro titulado " Descartes" ( Simon & Schuster, 2006) explica en el capítulo 7 que estos regalos estaban destinados para "tantear el terreno ( test the waters)", no tanto para ver si su punto de vista era teológicamente aceptable, sino más bien para ver si ellos congeniaban con éste. Descartes, pues, esperaba el apoyo de Roma.

Es curioso cómo, tras la condena de Galileo, Descartes se preocupa paulatinamente más por abordar aspectos teológicos doctrinales en su correspondencia ( compárese por ejemplo, las negativas que da a Mersenne para tratar cuestiones teológicas que éste le plantea en la correspondencia de 1630, y cómo más tarde aborda cuestiones teológicas como la interpretación del Génesis, la Trinidad y el dogma de la transustanciación eucarística). Entre 1635 y 1636 escribe a Mersenne estas palabras reveladoras:

" J' avance fort peu, mais j' avance pourtant. Je suis après à décrire la naissance du monde, où j' espere comprendre la plus grande partie de la physique. Et je vous dirai que depuis quatre ou cinq jours, en relisant le premier chapitre de la Genèse, j' ai trouvé comme par miracle qu' il se pouvait tout expliquer suivant mes imaginations, beaucoup mieux ce me semble qu' en toutes les façons que les interprètes l' expliquent, ce que je n' avais pas ci-devant jamais espéré. Mais maintenant je me propose, après avoir expliqué ma nouvelle philosophie, de faire voir clairement qu' elle s' accorde beaucoup mieux avec toutes les vérités de la foi, que ne fait celle d' Aristote" ( Op. cit. , p. 133)

Descartes, pues, es muy claro: A partir de ahora, " me propongo , después de haber explicado mi nueva filosofía, hacer ver claramente que ella concuerda mejor con todas las verdades de la fe, como no lo hace la de Aristóteles".

Pero Descartes también había escrito a Mersenne en 1632 sobre el gran triunfo de los aristotélicos, quienes habían logrado que el geocentrismo se convirtiese en algo así como un " artículo de fe" ( véase una entrada anterior). Por tanto, Descartes debía tener en cuenta que su propósito no podía ser fácil, sobre todo, después de la condena de Galileo... Pero él confiaba en la fuerza de su estrategia argumentativa, así como en la posibilidad de ganar apoyos en el Colegio Cardenalicio, para lograr más fácilmente sus objetivos.

 Como informa Grayling, una librería romana llegó a pedir al editor del Discours una docena de libros que pudieron venderse con la condición de que no contuviesen referencias al movimiento terrestre. Descartes, podía tener entonces la tranquilidad en torno a este punto censurado por Roma, el cual le había llevado en 1633 a retirar de la imprenta el tratado del "Monde", al enterarse de la condena de Galileo.

Sin embargo, probablemente desde 1629 fue desarrollando una metafísica en la que ocupaba un puesto central el principio de la omnipotencia divina, como fue informando al P. Mersenne en su correspondencia del año 30. Sin profundizar en ello, que se plasmaría mejor y más extensamente en obras posteriores, como las "Meditaciones", sin embargo, ya en el "Discurso" expuso las pruebas demostrativas de la existencia de Dios como plenitud de perfección garante de la certeza de las conclusiones obtenidas a partir de nuestros pensamientos claros y distintos. Y como de ningún modo podrían haber sospechado los susodichos cardenales las posibles conexiones lógicas con la polémica del movimiento de la Tierra, Descartes podría haber esperado como un primer triunfo obtener el beneplácito de éstos para sus ideas metafísicas.

Descartes era ambicioso e inteligente, de modo que había diseñado una estrategia de largo alcance para obtener, primero, el apoyo de Roma a su filosofía y, más tarde, remover el dogmatismo geocentrista y el escepticismo teológico contrario a las nuevas ideas científicas. Y cuando hablo de "escepticismo teológico", tomando la expresión del Prof. Luca Bianchi, me refiero a la angélica doctrina, es decir, a la estrategia argumentativa pensada por el Papa Urbano VIII a partir del principio de la omnipotencia divina - pero concebida de una manera tan libre que resultaba imposible armonizar con el tomismo ni con la visión occamista. Como bien han demostrado recientes estudios, la objeción anticopernicana papal ponía en peligro los principios metafísicos de la inteligibilidad del ser y de la capacidad cognoscitiva de la razón humana. Algo sobre lo que también trataré más adelante, partiendo de las explicaciones dadas sobre el radicalismo de la duda metodológica en mi libro "El caballo de Troya de Descartes"

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