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martes

Descartes y los cardenales de Roma. Tercera parte. El caballo de troya de Descartes

Dejé una pregunta sin formular en el momento de hallar tanto interés en Descartes por hacerse amigo de algún cardenal del colegio cardenalicio romano que estuvo presente en el tribunal que juzgó a Galileo - y que no era otro sino el sobrino del Papa Urbano VIII, Francesco Barberin ( 1)i-, y en el gran empeño que puso en ganarse protectores entre los cardenales romanos, como confiesa a Mersenne en su correspondencia privada. Esa pregunta sólo puede tener su apropiada respuesta poniéndonos en el lugar de un hombre lúcido del S. XVII que, partícipe de su época, estuviese bien informado de la continuación de Urbano VIII en la tradición de nombramiento de cardenales nepotes, entre ellos, a Francesco , Antonio Marcello  y  Antonio Barberini.  https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Cardenales_nepotes#Siglo_XVII

Era famoso Urbano VIII por su nepotismo, y esta información era bien conocida en el tiempo de Descartes. Véase lo siguiente:

" El error más grande de Urbano fue su excesivo nepotismo. Tres días después de su coronación nombró cardenal a su sobrino Francesco Barberini; en 1627 le nombró bibliotecario del Vaticano; y en 1632 vicecanciller. Francesco no abusó de su poder. Construyó el gran Palacio Barberini y fundó la famosa Biblioteca Barberini que fue adquirida en 1902 por el Papa León XIII y pasó a formar parte de la Biblioteca del Vaticano. El sobrino de Urbano, Antonio Barberini, el Joven, fue nombrado cardenal en 1627, después fue nombrado camerlengo en 1638, y después comandante en jefe de las tropas papales. Fue legado en Aviñón y Urbino en 1633; en Bolonia, Ferrara y Romaña en 1641. El hermano de Urbano, Antonio, quien era capuchino, recibió la Diócesis de Senigaglia en 1625, fue nombrado cardenal en 1628 y después designado gran penitenciario y bibliotecario del Vaticano. Un tercer sobrino de Urbano, Tadeo Barberini, fue nombrado Príncipe de Palestrina y Prefecto de Roma. Son casi increíbles las inmensas riquezas acumuladas por la familia Barberini a través del nepotismo de Urbano. Finalmente, atormentado por los escrúpulos debido a su nepotismo, Urbano designó dos veces un comité especial de teólogos para que investigaran si era legal que sus sobrinos retuvieran sus posesiones, pero en ambas ocasiones el comité decidió a favor de sus sobrinos. Entre los miembros del segundo comité estaban el Cardenal Lugo y el Padre Lupis.
Como reglqa, Urbano seguía su propio juicio al gobernar el territorio papal; aun sus sobrinos tuvieron poca influencia durante los primeros diez años de su pontificado. Honró a los cardenales ordenándoles dar precedencia sólo a las cabezas coronadas, y en un decreto del 10 de junio de 1630, les confirió el título de “Eminencia”, siendo que su título anterior era “Ilustre y Muy Reverendo”".
http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_Urbano_VIII

Por otra parte, como es sabido, desde 1523 hasta 1978 no hubo otro Papa que no fuese elegido de entre los cardenales italianos por el Colegio de los cardenales romanos. Esto era ya algo bien asentado como una tradición en el S. XVII. Y no menos en el papado de Urbano VIII. http://www.religionenlibertad.com/de-los-papas-no-italianos-22750.htm

La pregunta, pues, podría ser: ¿ Qué podía esperar un filósofo como Descartes que tanto empeño demostró en su correspondencia privada por ganarse la simpatía, la protección y favor hacia su obra, no de la alta aristocracia laica, sino del mecenazgo por parte de los mismísimos cardenales de la curia romana, entre ellos Francesco Barberini? .

Pero la clave de respuesta para esta pregunta no sólo requiere revisar toda la correspondencia privada de Descartes sino también tener presente la obvia cuestión histórica siguiente: ¿ Qué papel jugaban los cardenales romanos en relación con la cabeza del poder dentro de la Iglesia Católica Romana en el S.XVII y sobre quiénes podrían hacerse apuestas como papables en ese mismo siglo?. 

Creo que estas cuestiones no son baladíes y que si se analizase la correspondencia privada de Descartes se develarian ciertos datos congruentes e irrefutables que apuntan a las intenciones humanas, demasiado humanas, propias de un escritor del barroco que quería ganarse el favor de Roma para cambiar la mentalidad de la Iglesia en favor de las nuevas ideas científicas. Precisamente con el arte y la sofisticación intelectual de la que, según confesó Descartes, careció Galileo.

Y estoy bastante seguro que no puedrá excluirse que alguna vez en su vida Descartes alentó la esperanza de poder alcanzar el beneplácito y aceptación de Roma para su sistema filosófico, no tanto por éste mismo, sino por lo que alguna vez confesó a Mersenne, a saber: la expectativa de que la jerarquía eclesiástica cambiase de posición en relación con el movimiento de la tierra y, por ende, con las nueva visión científica del mundo, una vez que todo ello se siguiera deductivamente a partir de fundamentos absolutamente incontrovertibles o evidentes. 

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( 1)   Of the ten cardinal inquisitors seven were present, the average number at meetings. The most conspicuous absence was that of Francesco Barberini, the Pope's nephew, who had always advocated clemency. The second absentee was Cardinal Gaspare Borgia...The third was Cardinal Laudivio Zacchia. No documents explaining these absences have survived, and the three cardinals may simply have been ill or bound by other duties on that day. http://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/the-galileo-affair

ADDENDA: De esta cita se desprende que la ausencia del cardenal Barberini  en el segundo proceso contra Galileo pudo ser interpretada como un gesto de reserva o de clemencia hacia Galileo, lo que, de ser sabido por Descartes, pudo alentarle a buscar su amistad mientras mantuviese viva la ilusión de que llegase el día en que la Iglesia romana aceptase el copernicanismo para  sacar él  a la luz  el Tratado del mundo .

...En definitiva, el móvil al que apunta la correspondencia privada de Descartes puede dar materia para una obra de ficción , pero la realidad es que este racionalista, en su vida privada confesó a Mersenne parte de sus deseos secretos y, entre ellos, la esperanza de persuadir o modificar la actitud de la jerarquía católica hacia el copernicanismo.  Probablemente este pensamiento íntimo pudo inspirar también la intención con la que escribió los Principios de la filosofía, obra que Descartes esperaba que algún día llegase a ser el manual de estudio filosófico y científico en todas las universidades

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